Los migrantes
Otros habrían hablado de «raíces». Pero no es ése un vocabulario que yo use. No me gusta la palabra «raíces», y menos aún me gusta la imagen. Las raíces se entierran en el suelo, se retuercen entre el barro, prosperan en las tinieblas; tienen al árbol cautivo desde que nace y lo nutren a cambio de un chantaje:»¡Si te liberas, te mueres!».
A los árboles no les queda más remedio que resignarse, necesitan tener raíces; los hombres, no. Respiramos la luz, codiciamos el cielo, y cuando nos hundimos en la tierra es para pudrirnos. La savia del suelo natal no nos entra por los pies para subirnos hasta la cabeza. Los pies sólo nos sirven para andar. Lo único que nos importa son los caminos. Ellos nos llevan: de la pobreza a la riqueza, o a otra pobreza; de la servidumbre a la libertad, o a la muerte violenta. Nos prometen, nos transportan, nos impulsan y, luego, nos abandonan. Y entonces nos morimos, igual que nacimos, a la vera de un camino que no habíamos escogido.
Amin Maalouf , Orígenes
En 2008 el presidente José Luís Rodríguez Zapatero aprobó el plan de retorno voluntario donde los inmigrantes residentes legalmente en España podían cobrar el subsidio de empleo si renunciaban a su permiso de residencia y trabajo, además de comprometerse a no volver al país durante tres años. Un amplio número de residentes se acogieron a este programa, entre ellos, se encontraba la que fue mi pareja. De repente, unas cajas llenas de objetos, ropa, cartas y libros ocuparon un espacio en el desván de mi casa. En ellas se embalaba nuestra historia.
A partir de aquel año,“Adiós” ha sido una palabra que he pronunciado asiduamente. Cada vez que la vocalizó, siento como los personajes que configuran mi biografía ME llevan en su viaje.